Cuando el dictador filipino Ferdinand Marcos fue derrocado en 1986, tras haber robado 10.000 millones de dólares en fondos estatales durante dos décadas, huyó a Hawái. Allí recurrió a la ayuda de una abogada, Helen Ann Teodoro Rivilla, para que blanqueara 3 millones de dólares en su nombre a través de los bancos de Honolulu durante dos años. Estados Unidos la acusó a ella y a su marido, Antonio C.M. Rivilla.
Los nombres de los Rivilla aparecen en dos cuentas: una cuyo saldo máximo era de más de 8 millones de francos, compartida entre Antonio y otras siete personas de apellido Rivilla y otra más pequeña con poco menos de 180.000 francos suizos compartida entre Helen y Antonio Rivilla.